Un atlas: la obra de Rosario López, Natalia Gutiérrez, Scott Mcleod, Rosario López
Conocí a Rosario López hace mucho tiempo. Ella acababa de salir de la Universidad de Los Andes y yo me enfrentaba a mi primer experimento como curadora, con terror: José Ignacio Roca me había propuesto que hiciera una exposición en el marco de los Nuevos Nombres en la Biblioteca Luis Ángel Arango. El vínculo para conocernos fue Juan Mejía, cuya obra fue la primera que se me vino a la cabeza para armar mi exposición, pero ya había participado antes en un de ellas y me dijo: vaya al taller de Rosario López. Llegar fue complicado porque el taller quedaba muy en el norte de la ciudad, en una calle de piedra y empinada, era una calle metida ya en los cerros de Bogotá. Me encontré con una niña que me miraba con curiosidad y cierta ironía, agachada en un rincón cosiendo, rodeada de unas formas rarísimas que ella llamaba sus bojotes y de los que me enamoré inmediatamente. Escribir este libro para mí fue muy emocionante. Por ese encuentro de hace años, lo planeamos como una cronología comentada desde el 28 de diciembre de 1970, el día de su nacimiento, hasta sus últimas obras, como para recorrer sus pasos y los míos por sus exposiciones. Es una cronología con bocetos de contexto, fragmentos de entrevistas y comentarios rápidos como para no ocupar tanto espacio y dejar hablar a sus dibujos cartográficos y con tanto humor, dejar hablar a sus fotografías y esculturas, dejar hablar también a las fotografías tomadas por su papá, y a los cuadernos de su abuela. Un recorrido en el que aprendí muchas cosas sobre arte. Por ejemplo que es una habitación propia donde pueden fluir toda clase lenguajes y donde se está disponible para volver a armar de manera provisional, el enredo de todos los días y las constantes: los restos de cosas y el vacío