Tal vez uno de los descubrimientos patrimoniales más importantes del último siglo ha sido el de la Pequeña biblioteca de conocimiento frívolo y ocioso que —como su nombre lo indica— aunque breve, da cuenta de saberes ligeros y poco cultivados.
Resalta, entre los volúmenes encontrados, ocho ejemplares del desaparecido fondo Ediciones niños inquietantes, diseñado en su momento para satisfacer la curiosidad de aquellos pequeños con mentes turbadas. Del mismo modo, los veintiún tomos de una enciclopedia anónima que desde su primera edición generó sosiego en los hogares en los que se encontraba, gracias a la noble labor de compilar respuestas frente a temas que van desde Filosofía, ¿para qué? hasta Vocabulario hedonista, pasando por Métodos de engaño aplicables y Lecturas diurnas para insomnes.
Quien se acerque a los libros que componen esta biblioteca sentirá instantáneamente un arrebato casi místico, seguido de temblores propios del Síndrome de Stendhal. Exactamente la misma reacción que tuvieron los primeros lectores de La autobiografía del otro, libro incunable que hace parte de esta colección corta de entendimientos leves y cesantes.
Texto: Gloria Susana Esquivel