«Ya no soy sino una bolsa rota de palabras chilenas derritiéndose en Haití, de recuerdos que no sé en qué lugar del mundo poner», dice en un momento Carmen Prado, la protagonista de esta sorprendente y entrañable novela.
Rafael Gumucio modula en Milagro en Haití la voz de una mujer que, tras una incierta cirugía estética, convalece en una clínica caribeña al cuidado de una cocinera negra de paciencia infinita e ironía refinada. Aunque no exenta de amor, la mirada del mundo que tiene Carmen Prado es desfachatadamente incorrecta, mordaz y contradictoria, «siempre exagerada», según dice el narrador que hace de contrapunto a su embriagador monólogo.
Con el carnaval primero y luego la violencia política y social haitiana como telón de fondo, la novela transcurre principalmente en la habitación donde Carmen Prado se recupera mientras evoca sin miramientos su pasado, piensa su presente y especula cáusticamente con su futuro, siempre acompañada de su abnegada cuidadora, con quien termina configurando una entrañable versión femenina y sedentaria de Quijote y Sancho.