«Tenía este Marcovaldo un ojo poco adecuado a la vida de la ciudad: carteles, semáforos, escaparates, rótulos luminosos, anuncios, por estudiados que estuvieran para atraer la atención, jamás detenían su mirada, que parecía vagar por las arenas del desierto».
Marcovaldo, un obrero, padre de familia numerosa y subalimentada, es un hombre con problemas económicos, y el progreso humano no lo beneficia: para él no es sino una escalada depredadora que le causa melancolía.
Texto delicioso, Marcovaldo o sea las estaciones en la ciudad, es, como todas las obras de Italo Calvino, una tierna invitación a la reflexión sobre las circunstancias de la vida urbana y la relación del habitante de la ciudad con una naturaleza que solo se le insinúa y apenas lo roza.
La vitalidad de estos relatos es tributaria no solo de su motivación argumental sino también de la profunda energía poética que los impulsa.