Estamos en marzo de 1897, en París, espiando desde las primeras páginas del libro a un hombre de sesenta y siete años que escribe sentado en una mesa, en una habitación abarrotada de muebles: conocemos así al capitán Simonini, una piamontés afincado en la capital francesa que desde joven se dedica al noble oficio de falsificar documentos.
Hombre de pocas palabras, misógino y glotón impenitente, el capitán se inspira en los boletines de Dumas y Sue para dar fe f complots inexistentes, fomentar intrigas o difamar a las grandes figuras de la política europea. Caballero sin escrúpulos, Simonini trabaja al servicio del mejor postor: si antes fue el gobierno italiano el que pagó por sus imposturas, luego fueron Francia y Prucia, e incluso Hitler acabará aprovechándose de sus malvados oficios.
Treinta años después de haber publicado El nombre de la rosa, Eco vuelve para mostrarnos que,en la literatura y en la vida, nada es lo que parece y nadie es quien dice ser.