De Lima al Bajo Chocó, 1849

Uribe Ángel es, como suele decirse, un hombre de su tiempo: un héroe
romántico. Odio abusar de los viejos clichés, pero mientras uno lee los
hallazgos de su excursión –o sea mientras escucha su voz– se imagina aquella
pintura alemana de Caspar David Friedrich llamada El caminante sobre el mar de
nubes: “El mar rompía con estrépito sus olas a mis pies, y por extraña
ilusión, a pesar de mi seguridad, cuando echaba la vista en la ola que venía a
reemplazar a la que se iba, me daba temor de ser arrastrado por ella”, suelta
por ahí. Uribe Ángel recorrió el mundo europeo como se usaba en aquel
entonces. Para él fue lógico, común, normal, ser un médico, un pensador
político, un poeta. Se puso a prueba a sí mismo de todas las maneras posibles.
Exploró sin temerle a lo diferente. Buscó el paraíso perdido que buscaban
quienes pretendían montar una nación.