En “Osamentas Relampagueantes” los personajes fluctúan azarosamente entre la profundidad profética y apocalíptica de Zaratustra y el cinismo de una clase por herencia dominante que convive con otra a la que le teme pero que también desea. La ciudad es como el estómago de una ballena donde viven desde hace mucho esos seres devorados, alucinados y fáciles de olvidar; intentan hacer una fogata para que la ballena se asfixie y abra la boca, pero en el fondo saben que ni siquiera quieren salir de ahí. La fiesta es un movimiento mecánico, casi industrial de generación de contenidos, penetraciones y besos húmedos, es el centro de algo que no se sabe muy bien qué es pero que rige el resto de sus vidas y sus acciones; el mar es la escenografía un poco aporreada ya por el cliché que cuelga frágil de un alambre oxidado. El perico es perico, rendido hasta el cansancio, substancia vital de todo, puente entre esto y aquello, entre lo sagrado y lo profano.
¡¡¡¡ HAY QUE LEERLA !!!!